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Onicofagia: cuando morderse las uñas es un problema

Lo vemos en niños y adultos. De forma puntual o como manía exacerbada. Morderse las uñas es algo tan habitual como inapropiado. No solo por la mala imagen que da, también por las consecuencias nefastas que tiene sobre la salud, tanto a nivel general como en la cavidad oral. A este ritual extraño para muchos e inevitable para otros, se le denomina como onicofagia y no es otra cosa que morderse las uñas. No conviene exagerar si solo se trata de morderse las uñas en un momento puntual, para quitarse un pellejillo circundante o tratar de igualar una uña rota o partida. Estas acciones no están bien pero no son graves ni nocivas. El problema se presenta cuando morderse las uñas es un acto compulsivo que no se puede evitar.

En niños pequeños e incluso adolescentes es más que habitual encontrar este hábito poco saludable sin que llegue a la compulsión. Pero el hábito, tampoco es positivo pues de no corregirse acaba perpetuándose con sus consiguientes consecuencias. Morderse las uñas no resulta nada productivo aunque debe calmar los ánimos de quien lo hace. A nivel estético deja unas manos poco agradecidas y a nivel de salud, acaba por hacer de las suyas.

Cuando acudimos a la consulta de un dentista como CKA Grupo Dental y el profesional se encuentra con unas uñas carcomidas, rápidamente va a sospechar que se trata de onicofagia. Este hábito suele ser una acción que se realiza de manera inconsciente y, generalmente, un claro indicador de la existencia de algún conflicto interno o alguna conducta de imitación. Aunque puede producirse en personas de cualquier edad y condición, lo más habitual es que la onicofagia se presente en la infancia y la adolescencia. La costumbre lleva al hábito y el hábito, hace de las suyas. Aun pareciendo algo inofensivo, morderse las uñas puede provocar daños en la boca.

Qué significa onicofagia y como incide en la salud

Ónico quiere decir uña y fagia, viene a ser comer. Así que, literalmente, onicofagia significa comerse las uñas. Ni más ni menos. Aunque llamándolo de esta manera suena todavía peor de lo que es aunque el asunto hay que tomarlo en serio. En otras palabras, onicofagia, es la manera formal de denominar al hábito de morderse las uñas. Se trata de una conducta compulsiva e inconsciente que consiste en llevarse las manos a la boca y mordisquear el extremo de los dedos.

Aunque el término denomina a las uñas en concreto, lo cierto es que hace referencia indistintamente al mordisqueo de las zonas circundantes: uñas y piel que las rodea. Para los profesionales de la salud mental, existe otro término que hace referencia a un trastorno de mayor severidad: la onicotilomanía que implica arrancarse las uñas e incluso tragarlas. En este caso, la costumbre va más allá del hábito y se convierte en parte de un cuadro psiquiátrico como puede ser el trastorno obsesivo compulsivo.

La onicofagia se relaciona con el estrés que se deriva de situaciones repetitivas dentro de un cuadro de ansiedad que no se resuelve de la forma adecuada. A través de la onicofagia se liberan las tensiones acumuladas. Por otro lado, se considera la hipótesis sobre la persistencia de la persona en las etapas orales del desarrollo evolutivo psicológico, algo que explica la tendencia de llevarse cosas a la boca, además de las uñas. Cuestiones psicológicas al margen, debemos conocer las consecuencias que puede tener el hecho de sucumbir a la onicofagia.

Antes de adentrarnos en los aspectos bucodentales a los que puede afectar este hábito, veremos en qué medida, puede hacerlo en otras partes del organismo cuando morderse las uñas se convierte en un acto compulsivo y repetitivo. Con independencia de los cuadros psicológicos o psiquiátricos que la persona pueda padecer que ya de por sí, cuentan con su propia sintomatología.

A nivel digestivo, ingerir restos de uña puede conducir a una alteración de los procesos estomacales sobre los alimentos que se ingieren. Existe la posibilidad de que se produzca un aumento de la producción del ácido gástrico, generando dispepsia. Una vez pasado por el estómago, los restos de uña, puede acarrear consecuencias en el intestino delgado donde se descomponen los alimentos. Es posible que a través de las uñas puedan acceder parásitos al organismo. Pueden instalarse en el intestino delgado y provocar sintomatología. Estos síntomas pueden ser de mayor o menor importancia, pero siempre serán molestos pues pueden producir flatulencias, descomposición, etc.

Retornando a las uñas, la onicofagia, puede derivar en una onicomicosis. Esto consiste en una infección micótica de las uñas. Debido a su estado dañado y al contacto continuo con la boca que mantiene unos elevados niveles de humedad, los hongos ven una puerta abierta a la proliferación de su especie. En este caso, cuando se presenta una micosis en las uñas, el tratamiento es complicado y requiere de mucho tiempo de tratamiento hasta que desaparece totalmente. Cuanto antes se detecte menor tiempo de curación, pero en caso contrario, los hongos pueden permanecer meses o años.

Otra patología que va más allá de la micosis, es la infección de los tejidos blandos que rodean la parte dura de los dedos. Este tipo de infección se conoce como paroquinia o panadizo. Es muy doloroso y eliminar la infección lleva su tiempo.

Que sucede en la cavidad oral

A nivel bucodental, también se producen consecuencias cuando existe onicofagia. El sistema digestivo, las uñas y la piel de los dedos son las zonas más afectadas, pero en cuestiones de salud oral, existen algunas consecuencias que hay que considerar. Dientes y encías, así como la boca en general, son susceptibles de sufrir daños a causa del hábito de morderse las uñas.

Como resulta lógico, las manos están en continuo contacto con todo tipo de sustancias y agentes patógenos. Con las manos nos relacionamos directamente con el entorno que nos rodea: tocamos objetos, personas, manipulamos alimentos, tejidos, metales… todo lo que cae en nuestras manos tiene virus, bacterias, parásitos y suciedad. Si con todo esto en manos y uñas, vamos a la boca, la exposición al riesgo es mayor. De hecho, de no ser por nuestro sistema inmune, pasaríamos la vida enfermando.

Además de todo esto que llevamos a la boca, existe un estrés mecánico que lleva al desgaste del esmalte dental y la inflamación de las encías. En consecuencia, podemos encontrarnos con alguno de los siguientes problemas.

Un desgaste prematuro de los dientes, es una de las consecuencias que la onicofagia puede provocar en nuestra salud bucodental. El desgaste se produce por la constante fricción de uñas y dientes y el roce mismo de los dientes entre sí. Cuando se produce el corte de la uña al morder, la arcada superior insiste en su estrés mecánico con la arcada inferior, lo que produce microtraumatismos de repetición. Estos microtraumatismos, pasaran a convertirse en microfracturas y, en caso extremo, rotura.

Igualmente, debido a la onicofagia, se produce un aumento en el riesgo de aparición de caries. Sí la caries es de por sí, una patología prevalente, morderse las uñas, motiva el hecho y la proliferación de las bacterias responsables de la caries. A mayor nivel bacteriano en la cavidad oral, mayor fermentación y más ácidos dispuestos a desmineralizar los tejidos duros del diente.

La halitosis es otro de los problemas derivados de la onicofagia. El mal aliento se relaciona con la mala higiene bucal entre otras causas. Debido a que la onicofagia suele ser consecuencia de un problema de estrés, es fácil que la persona no mantenga un correcto cuidado de su boca, lo que conlleva a aumentar la halitosis. Sucede algo similar a lo que ocurre con la caries.

Una infección bucal puede ser consecuencia de morderse las uñas de forma compulsiva. Al estar en contacto continuo con las manos, la boca puede ver alterada su equilibrio de microorganismos. Los agentes extraños y patógenos, hacen de las suyas aprovechando esa alteración. En consecuencia pueden producirse herpes labiales, llagas, aftas bucales e incluso, enfermedad periodontal.

Por último, la onicofagia puede afectar a la articulación temporomandibular. El continuo estrés mecánico de mordisqueo, puede llegar a alterar el funcionamiento de la articulación, generando dolor al masticar y realizar movimientos normales con la mandíbula. Si a la onicofagia, añadimos bruxismo debido a un cuadro de estrés generalizado, el riesgo de la disfunción se incrementa. Algunos pacientes empiezan a padecer dolor de oído como inicio de la aparición del trastorno. En estos casos, no solo hay que eliminar el hábito de morderse las uñas, corregir la disfunción de la articulación puede resultar difícil.

Todas estas consecuencias de la onicofagia pueden producirse o no. Lo que sí es seguro es que el aspecto de las manos no será saludable. El riesgo de sufrir infecciones directas en las uñas es más que probable y las consecuencias a largo plazo pueden desembocar en algunos de los problemas mencionados. Lo mejor es solucionar el problema de la onicofagia antes de que se cronifique hasta ese punto. Tomar medidas dentro del plano psicológico o utilizando remedios que produzcan rechazo a morderse las uñas, son algunas de las opciones a contemplar para erradicar el hábito.

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