Con la edad, todos vamos teniendo cada vez más problemas. Esta es una cuestión que asumimos desde que somos jóvenes y que sabemos que condicionará nuestro modo de vida a medida que vayamos cumpliendo años. Los músculos, huesos y demás componentes de nuestro cuerpo se van desgastando a medida que cumplimos años y eso limita sobremanera nuestras capacidades.
Una de esas capacidades que más se suele perder con la edad es la audición. Este es un mal perfectamente identificable no solo en España sino en todos los países del mundo. Tanto es así que, a lo largo y ancho del Globo, eran 360 millones de personas las que en 2013 sufrían problemas de audición según los datos que nos reporta este artículo del diario ABC.
En aquel año, una de esas personas era mi abuela. A sus 85 años de edad se encontraba bastante sana tanto física como mentalmente, pero por desgracia había perdido gran parte de su audición de manera progresiva en los años anteriores. Esto le hacía la vida más difícil en un buen puñado de situaciones y, aunque tenía muy pocas esperanzas de recuperar su capacidad auditiva, quisimos animarla y buscar remedios para superar dicho problema.
Una posible solución la iba a poner sobre la mesa mi propia madre. Al parecer, se había acordado de un anuncio de televisión en el que salía uno de sus actores españoles preferidos, Imanol Arias, hablando acerca de las ventajas de acudir a cualquiera de los centros de una entidad denominada GAES. Con esa pista, cogió el ordenador y se sumergió en Internet para buscar información. Después de visitar la web de la entidad, www.gaesivsordera.es, se percató de que un audífono sería el remedio perfecto para mi abuela.
De esta manera ella podría seguir haciendo una vida completamente normal: vería la televisión sin problemas, podría acudir a abrir la puerta y seguiría escuchando el ruido de la lluvia, algo que siempre le ha encantado hacer. No debíamos seguir esperando ni un solo segundo más: acudiríamos a uno de esos centros auditivos para conseguir que mi abuela pudiese recuperar su audición y algo que va muy ligado a eso mismo, su felicidad.
Aunque no tenía demasiadas esperanzas, conseguimos que viniera al centro con nosotros. En primer lugar le realizaron unas pruebas de audición completamente gratuitas y, efectivamente, los resultados revelaron que padecía un problema importante y que de no remediarse se encaminaría de manera rápida e irreversible hacia la sordera completa. El profesional que nos atendió le recomendó a mi abuela que adquiriera un audífono sin pensárselo. Ese mismo día, ella salió del centro ya con uno puesto.
Una adaptación rápida y sin dramas
Durante los primeros días con su nuevo audífono, mi abuela no paraba de comentar que escuchaba todo lo que decíamos pero que lo hacía de una manera extraña, como si el sonido no llegase a sus oídos de manera nítida. Consultándolo con el mismo profesional que nos había atendido en el centro, nos aseguró que no teníamos de qué preocuparnos puesto que ésta era una percepción normal a la que todas las personas con problemas de audición terminaban por acostumbrarse.
Efectivamente, así fue. Apenas un par de días después, abuela comenzó a tener la sensación de que escuchaba mucho mejor. Sus oídos poco a poco se iban acostumbrando y ya se sentía mucho más cómoda y más segura. Nosotros nos quedábamos más tranquilos con sus palabras y podíamos estar seguros de que no nos mentía ya que cuando conversábamos con ella se enteraba de todo lo que le decíamos.
La veo bien. Creo que a pesar de sus reticencias iniciales ella piensa, como todos nosotros, que el audífono le ha devuelto gran parte de sus esperanzas por vivir los años que le restan. Sin duda, el aparato es una salvación en vida para ella y para toda la familia.