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De tradiciones familiares

No me había parado a pensarlo porque, a pesar de que soy consciente de que es lógico que todas las familias tengan sus propias tradiciones, siempre había dado por hecho que las nuestras son bastante comunes pero, el otro día, hablando con mis hermanos, me di cuenta de que tenemos tradiciones familiares que cumplimos año tras año con mis padres y que no están tan extendidas como pensaba.

Una vez, en Semana Santa, mi padre nos invitó a cenar el jueves santo por el centro de la ciudad para disfrutar después un poco del ambiente y de la conocida procesión del silencio que, a pesar de que no somos muy religiosos, siempre impresiona de ver. Al año siguiente volvió a hacerlo, y al siguiente, y ahora, 10 años después, es toda una tradición familiar que parece inviable romper.

En verano, como de pequeña odiaba la arena de la playa porque me daba tiricia y asco tenerla por todas partes, mi padre nos llevaba a una calita de piedra lisa (más o menos) casi todos los fines de semana pero, conforme nos hicimos mayores, empezamos a querer salir con nuestros amigos más que salir con la familia y, viendo que los días de playa se iban a quedar en nada, se estableció la tradición de ir a comer todos juntos, y sin excepción, a esa calita con colcohnetas, chanclas, sombrillas y demás parafernalia el domingo más central de agosto (alrededor del 18 dependiendo de cómo caigan los días).

En navidad, mientras que todos compran turrones en las grandes superficies, mi madre hace un pedido descomunal para toda la familia a la turronería Iváñez de Bilbao, no come otro turrón que no sea elaborado por estos artesanos. Y, además, el fin de semana antes al sorteo de Navidad nos reunimos todos frente al ordenador de mi padre para comprar un décimo de lotería por cada miembro de la familia en La Diosa Fortuna, una administración de loterías que cuenta con web donde puedes jugar a la primitiva online y comprar lotería de navidad sin moverte de casa. Lo hacemos así porque normalmente nos tiramos 15 minutos discutiendo el número que más nos gusta a todos y claro, hacer eso físicamente en la administración puede ser toda una odisea.

En nuestros cumpleaños mi madre, en lugar de comprar una tarta típica y poner las velas encima, siempre cocina una tarta personalizada que incluye nuestro nombre y algo característico que nos haya pasado ese año. Por ejemplo, el año que yo di a luz a mi primera hija hizo unos patucos de dulce de fondant y los colocó encima a modo de decoración. El año que mi hermano se graduó en la universidad hizo un birrete negro con el mismo producto y el año que mi hermana mayor se casó hizo una liga de nata.

El día de la madre siempre hacemos un número musical que, ahora también hacen nuestros hijos. Cuando éramos niños y no sabíamos qué regalar a nuestra madre a mi hermana se le ocurrió la original idea de hacerle un baile personalizado y, desde entonces, nuestra madre nos lo pedía cada año. Tanto es así, que ahora con 32 años lo sigo haciendo junto a mis hijas que han adoptado también la tradición del baile a la abuela ese día.

Y para rematar, os voy a contar la tradición familiar más extraña de todas las que tenemos. Cada vez que mi padre se pela intentamos pintarle el cogote con un pintalabios mientras duerme. Hace muchos años mi madre, que es quien le corta el pelo con la maquinilla, se pasó un poco y acabó el pobre hombre rapado al 1, por lo que se le veía el cuero cabelludo y mi hermano, que de niño era un travieso de mucho cuidado, cogió el pintalabios rojo de mi madre y, mientras dormía, le dibujó una cara burlesca en el cogote. Desde entonces, cada vez que se descuida tras uno de esos cortes de pelo, imitamos a mi hermano provocando las risas de mi madre y el enfado (falso) de mi padre.

¿Y vosotros? ¿qué tradiciones familiares tenéis?

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