El tema de los cruceros tiene sus detractores y sus defensores. Por un lado hay quien piensa que son el viaje perfecto para olvidarte de todo, sobre todo si contratas un “todo incluido”, y para visitar varias ciudades en una misma semana. Por otro lado hay quienes odian los cruceros prácticamente por los mismos motivos ya que piensan que al ver tanto en tan poco tiempo no puedes disfrutar de nada, salvo del barco, en el que se sienten prácticamente encerrados. Para gustos, los colores.
Lógicamente yo no puedo hablar por boca de otras personas, ni defensores ni detractores de este tipo de viaje, pero sí puedo hacerlo por la mía misma y, para viajar en familia y con niños, son un viaje maravilloso.
Debemos tener en cuenta que cualquier facilidad que puedan darnos cuando viajamos con niños pequeños, y no tan pequeños, es una ventaja. En los cruceros solo debemos preocuparnos de estar preparados a la hora indicada para bajar a ver la ciudad en la que atraque y de volver también a la hora que nos han dicho. Podemos contratar excursiones o no, podemos gastar de más comprando souvenires o no, pero sea como sea, nuestra mayor preocupación debería ser, a lo sumo, cumplir con el horario indicado y pensar en qué ropa podemos ponernos ese día.
Si el niño tiene hambre, que coma, si quiere un helado, que lo pida, si a mí me apetece un cóctel, lo solicito y si mi hija quiere pasar la noche mirando por la ventana hacia el mar infinito que lo haga, es una melancólica por naturaleza y estamos de vacaciones ¿qué más se puede pedir?
El tema de ver las ciudades en las que atraca el barco es cuestión de organización, nada más. Por ejemplo, cuando atracamos en Mónaco decidimos no contratar excursiones pues sabíamos que la ciudad era pequeña y que con cuatro indicaciones que nos dieran sabríamos llegar a los sitios más turísticos y visitables. Además, al caminar por las calles de Mónaco pudimos ver los vehículos más alucinantes de Europa, así como algunas casas y hoteles que eran dignas de ser fotografiadas.
Sin embargo, cuando estuvimos en Cartagena, decidimos contratar una de las visitas guiadas de Shore Spain Tours para ganar tiempo y que nos llevasen directos a los lugares que queríamos ver: el teatro romano, el foro, el museo nacional de arqueología subacuática, el palacio Consistorial, el puerto y el museo de la Guerra Civil. Así que, como veis, todo depende del tipo de ciudad en el que atraque el barco y el número de cosas que quieras ver porque, si bajas en Roma pero solo quieres ver el Coliseo, también podrás ir por libre.
El Equipaje
Si vas con niños ya sabes que todo lo que te lleves es poco así que lo mejor es ir a lo práctico sabiendo que, probablemente, tendrás que comprar alguna que otra cosilla durante el viaje. Y es que llevar demasiado equipaje en un crucero es un error que cometemos todos. Por ejemplo, la mayoría de cruceros cuentan con una cena de gala con el capitán, por ejemplo, lo que te obliga a llevarte un bonito vestido o un traje de chaqueta para ellos que solo usarán una noche. Eso significa que ese mismo día llevaremos al menos dos cambios de ropa, a veces incluso más, pero no podemos llevar 5 modelitos al día así que, el modelo piscina tal vez tenga que servir para dos o tres días consecutivos, por ejemplo. Además, cabe recordar que en los cruceros hay servicio de lavandería así que ante un apuro lo mejor es recurrir a ellos.
El tema de botiquín también es innecesario. Ante un catarro, un dolor de cabeza o una herida del niño mientras juega, el barco te proveerá de todo lo necesario así que limítate a llevar el medicamento que uses particular, si usas alguno, y unas tiritas por si el peque se cae durante la visita a la ciudad y poco más.
También debemos pensar que los camarotes, a no ser que accedas a alguno de lujo, no suelen ser muy grandes así que es mejor intentar convencer a los niños de que no pueden llevarse juguetes, como mucho ese oro de peluche con el que duermen y poco más. La realidad es que tampoco van a echarlos de menos pues los cruceros es un no parar quieto así que no se aburrirán.
Y por último, el tema de la higiene. A no ser que quieras un champú específico o un gel hipoalergénico, usa los productos de los que te provee el barco. Es ridículo llevarse sus propios jabones y ocupar espacio en la maleta si luego vas a acabar usando los que te ofrecen en el crucero. Llévate el cepillo de dientes, tus propios peines e incluso tus cosméticos, pero no aquello de lo que puedas prescindir porque el barco ya te lo facilita allí.
Por lo demás solo queda disfrutar….