Si echas la mirada hacia atrás es obvio que encontraremos miles de motivos por los que no nos gustaría volver a inicios del siglo XX o del XIX, sin embargo hay un motivo que hace que la posibilidad de retroceder en el tiempo sea algo más que apetecible: la vida al aire libre. Estamos en un punto en el que nuestra vida se reduce al interior de viviendas, locales comerciales, oficinas, etc. y lo peor de todo es que con los niños pasa algo bastante similar y juegan más dentro de casa que al aire libre.
Mi abuela me contaba cómo, antes de la guerra, ella y sus hermanos jugaban en la calle. Incluso en mitad de la guerra a veces y por su puesto cuando acabó en 1939 volvió a jugar en la calle. Y es que a ella le pilló la contienda en unos años de su vida en los que su mayor preocupación tendría que haber sido pasarlo bien, pues cuando comenzó todo tenía 6 años y cuando acabó 9. Lo triste es que recuerda demasiadas cosas de aquel entonces, pero ese es otro tema.
Mi madre también jugaba en la calle, con amigos y amigas del barrio a los que aún saluda cuando se los cruza por la calle. De hecho, en aquellos tiempos, muchas familias salían en verano a la calle con mesas y sillas para cenar al aire libre en las porterías de sus casas, junto a sus vecinos, lo que viene a demostrar que la vida fuera de la vivienda estaba mucho mejor vista antes que ahora. A veces pienso que si yo cojo una mesa de playa con sillas y me bajo a cenar a la portería de mi edificio, en medio de la acera, me tacharían de loca y acabarían llamando a los de salud mental. Todo esto, al final, pasa desapercibido en nuestra sociedad porque lo que antes era normal ahora es extraño y viceversa.
En los pueblos, y no todos, aún se mantiene esa idea de jugar al aire libre todo el tiempo que sea posible, o que las inclemencias del tiempo permitan, y por supuesto es factible eso de reunirse con los vecinos en la calle para charlas un rato e incluso hacer una “picaeta”, por eso muchas veces pienso que en los pueblos se vive mejor, a pesar de lo que muchos urbanitas pienses.
Pero el caso es que yo no vivo en un pueblo, ni yo ni miles de personas que trabajamos en las grandes ciudades y hacemos vida en ellas, y ha llegado un punto en el que hacer planes al aire libre con nuestros hijos se ha vuelto de vital importancia. ¿Sabéis qué niños y niñas tienen algo de suerte? Los que viven en una comunidad con urbanización cerrada pues, en verano y cuando el frío o la lluvia no lo impide, bajan a jugar todos juntos a la “urba”, como ellos la llaman, y pasan el rato en los columpios, jugando a la pelota o en la piscina. Niños privilegiados en mi opinión, el resto tiene que conformarse con el parque del barrio cuando sus padres, o sus abuelos, pueden permitirse algo de tiempo para llevarlos a pasar la tarde, algo que no ocurre siempre.
Planes al aire libre
Y ¿cuándo podemos reunir algo de tiempo toda la familia para hacer algún plan al aire libre? Pues obviamente los fines de semana, y a veces ni eso. Pero con suerte, el fin de semana podremos juntar a toda la familia para hacer alguna actividad.
Lógicamente todo depende de la época del año en la que nos encontremos, de si hace frío o calor, o de si llueve o hace un sol de justicia, pero podemos tener en la chistera un montón de planes que ir haciendo dependiendo de la situación en la que nos encontremos en ese mismo momento ¿no?
Podemos ir a pasar el día a la playa o a la piscina pública de la ciudad, podemos ir a pasar el día al campo, podemos hacer senderismo o podemos hacer alguna actividad deportiva sencilla y luego volver a comer a casa, podemos hacer una ruta en bici, podemos ir a patinar una mañana, podemos ir a visitar algún safari de animales o algún espacio cultural que no conocemos, podemos visitar un pueblo diferente cada fin de semana para conocer sus calles, sus rincones más bonitos y su parte más turística y, por supuesto, podemos planear una escapada.
En verano, si anda lo impide, es posible que también encontremos momentos para pasar más tiempo juntos y, si no es así, tal vez debamos plantearnos la posibilidad de que nuestros pequeños puedan apuntarse a algún campamento en julio para hacer actividades con otros niños y niñas de su edad. En Ecoactiva Turismo nos cuentan las ventajas:
- Ejercicio: adiós al sedentarismo infantil.
- Creatividad: vamos a jugar con el entorno.
- Autonomía: seamos un poco más independientes para jugar (siempre vigilados por un adulto.
- Relaciones sociales: juguemos con otros niños, hagamos amigos, seamos sociables.
- Unión familiar: hagamos cosas juntos.
¿Cuál va a ser tu próximo plan al aire libre?